La Conmebol recordó a todas sus asociaciones afiliadas que, a partir de este 2019, sus representantes en la Copa Libertadores y Copa Sudamericana tendrán que acreditar que cuentan con dos equipos de fútbol femenino, uno de la categoría libre y otro juvenil (sub-17).
Este requisito no es nuevo. Ya en el 2016 la FIFA a través de la Confederación Sudamericana de Fútbol anunció su política de masificación y desarrollo del balompié femenil como política de igualdad de genero.
En el caso de Perú, la Comisión de Licencias de la FPF mediante un comunicado del pasado agosto de 2017 puso en conocimiento de los clubes profesionales (primera y segunda división) que a partir del 2019 era obligatorio que presenten sus dos planteles de damas para poder competir en el campeonato profesional, ahora llamado Liga 1 y/o Liga 2.
Hasta se les brinda dos posibilidades para que presenten sus equipos. La primera es que realicen una convocatoria para su conformación y la segunda es que firmen un convenio con un club que sí cuente con fútbol femenino.
Pero no solo el requerimiento se refería a tener sus dos equipos, sino a que se les brinde todas las condiciones necesarias de equipamiento (vestimenta) y entrenamiento (canchas) para su desarrollo. Además se obliga a que los entrenadores cuenten con licencia categoría A y B de la FPF, y, una sugerencia que ha dado la Conmebol, es que los partidos de fútbol femenino se jueguen de preliminar a los partidos de los equipos de varones.
Se recomienda a los clubes, que al igual que lo hacen con sus equipos de varones, busquen auspicios y tengan una política de marketing direccionada a la masificación del balompié femenino.
El objetivo es que a corto plazo una jugadora de fútbol tenga los mismos beneficios que un futbolista varón. El primer paso que se ha dado es obligar que a todas las jugadores se les brinde un seguro de vida y posteriormente se solicitará que cuenten con contratos profesionales.
Países como Colombia, Ecuador, Brasil y Uruguay cuentan con campeonatos profesionales ya establecidos. En caso de Chile, Argentina y Paraguay no lo tienen pero sí clubes que tienen equipos profesionales de fútbol femenino, como el caso de Boca Junior, River Plate, Universidad de Chile, Colo Colo, etc. Perú, Bolivia y Venezuela están recién iniciando el proceso de profesionalización.
CASO MELGAR
A finales del 2018 el Club Melgar realizó una convocatoria con el fin de preseleccionar jugadoras. Participaron más de 500 futbolistas de la región y se armó un banco de datos con las que pasaron esta primera evaluación.
Pero con la partida del profesor Ricardo Ortega, quien se encargó del proyecto, todo se ha quedado en el aire.
Otra limitante que tiene el club rojinegro es que muchas de las jugadores que seleccionó pertenecen a otros equipos arequipeños que al enterarse del interés rojinegro les han puesto - como es lógico - un precio de transferencia a sus futbolistas para salvaguardar el capital que han invertido en su formación.
Y es que a diferencia de los que muchos piensan, el fútbol femenino pese a que en Perú anda en pañales no es excepto a costumbres del fútbol de varones. Una jugadora puede llegar a cobrar hasta S/ 400 por partido y, claro está, solicitará maletín cerrado (indumentaria deportiva).
Este submundo del balompié femenil se maneja con estándares económicos que, pese a que no se igualan al masculino, son honerosos. Es por eso que los clubes más fuertes son los que mayor inversión realizan.
Un ejemplo palpable es el caso de la Escuela Municipal de Majes, vigente campeón nacional. Armar ese equipo que congregó a la mayoría de jugadoras más experimentadas de Arequipa no fue gratis y ahí apareció la figura de la comuna majeña para brindar el sustento financiero que ayude a sostener una campaña que se inició en marzo y terminó en diciembre.
Si Melgar piensa que ofreciendo solo la oportunidad de vestir la rojinegra va a convencer a las futbolistas se va a ir de cara. Al menos las mejores van a pedir una bonificación pecuniaria por sus servicios más aún si se les va a obligar a entrenar diariamente tomando en cuenta que todas trabajan o estudian.
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