Escribía
de pie en un atril, como lo hacía Víctor Hugo, en unos cuadernos cuadriculados
con una caligrafía difícil de descifrar aun utilizando la ayuda de una lupa.
Ernest Miller Hemingway nació el 26 de julio de 1899 en Illinoes (Estados
Unidos) y se mató de un balazo en la cabeza un 2 de julio de 1961, cuando
estaba a días de cumplir 62 años de edad.
Confeso
alcohólico, cinco esposas y varias mujeres clandestinas, ganador del Premio
Pullitzer en 1953 por su memorable obra El Viejo y El Mar (The
Old Man and the Sea) en
1954 se le adjudicó el Premio Nobel.
Estuvo
en tres guerras, la Primera Guerra Mundial como chofer de una ambulancia, como
corresponsal de guerra en la Guerra Civil Española y como combatiente en la II
Guerra Mundial. Alguna vez reconoció que había matado a 122 prisioneros
alemanes. “Uno de esos prisioneros era un joven con la misma edad de mi hijo Patrick, de
17 años de edad. Le disparé por la
espalda con un M1. La bala de calibre 30 le destrozó el hígado”, contó al
profesor de literatura Arthur Mizener de la Universidad de Cornell, USA.
Este
hombre de espíritu virulento tenía un concepto radical del deporte. Fue
periodista deportivo (sus artículos los firmaba bajo el seudónimo Ring Lardner Jr.), pero no solo lo escribió sino también lo
practicó. Llegó a decir: "Mi escritura no es nada, mi boxeo es todo” y hasta dedicó una obra,
Fiesta, a su otra pasión: la corrida de toros.
“Sólo existen tres deportes: el toreo, las carreras de coches y el
montañismo. El resto son
simples juegos",
aseguró y hasta lo explicó. El deporte, como lo sentía, era la lucha constante
por la superación del hombre contra fuerzas superiores y, hasta cierto punto,
invencibles. El toreo refleja la lucha del hombre contra el animal, el
automovilismo la lucha del hombre contra el tiempo, y el montañismo la lucha
del hombre contra la naturaleza.
Practicó el boxeo, atletismo, waterpolo, la pesca de altamar
y el rugby, pero fue el deporte de los puños lo que lo enamoró. En Cuba, Hemingway tuvo amistad con boxeadores como Kid Tunero, Kid Agustin y
el entrenador Zahonet Deulofeu. Era constante en la
práctica del deporte; lanzaba golpes incluso gustaba de tener peleas callejeras
o al menos ser sparring
de los famosos púgiles del momento.
Hemingway no era de la raza de los hombres que
se suicidaban. Eso para él y sus personajes ficticios era decisión de cobardes,
pero el 2 de julio de 1961 agarró su escopeta de caza y se voló la cabeza. “En sus cuentos y novelas, el suicidio era una cobardía,
y sus personajes eran heroicos solamente en función de su temeridad y su valor
físico”, escribiría días después visiblemente acongojado Gabriel García
Márquez.
“Escribir al mejor nivel, es una vida
solitaria, cada día deberá enfrentarse a la eternidad o a su ausencia. Como
escritor he hablado demasiado. Un escritor debe escribir lo que tiene que decir
y no decirlo”, es un extracto del discurso que dio cuando recibió el Nobel.
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