Era la noche del 31 de enero de 2002. Las dos estrellas
del fútbol amateur arequipeño eran un joven Hilden Salas de 21 años de edad y
el ya experimentado Paúl Rodríguez de 27. A ambos les había puesto la mira
Melgar tras la gran Copa Perú que hicieron un año antes.
En el 2001 fueron parte del
equipazo de Atlético Universidad que fue eliminado por Bolito en la etapa
Regional de la Copa Perú en un partido de definición en Moquegua que hasta
ahora se cuestiona por un penal no cobrado por José “Tarjetita” Arana a favor
de los arequipeños. En los 90 minutos el compromiso quedó 0-0 y en los penales
los tacneños fueron mejores y ganaron 3-2.
Para las siguientes fases, Bolito se jaló a medio equipo de Atlético
Universidad entre ellos a Salas y Rodríguez. Con ellos como piezas importantes
en su alineación logran campeonar en la Copa Perú y ascienden al fútbol
profesional.
Regresan a Arequipa y Melgar comienza a convencerlos para que se unan a
sus filas, pero había un problema Atlético Universidad no los iba a soltar tan
fácilmente pese a que ya eran jugadores libres. Antes para pasar de un equipo
amateur a uno profesional se necesitaba la carta pase, que era un documento que
en este caso emitían los clubes de procedencia para legalizar la inscripción en
el Descentralizado.
Los agustinos no querían soltarlos eran pieza fundamental del equipo que
en el 2002 volvería a apostar por ganar la Copa Perú. Es más les ofrecieron un
sueldo de 500 dólares.
Melgar tampoco los quería dejar sueltos y ahí entró a tallar la sapiencia
de los dirigentes rojinegros de ese entonces partiendo por el jefe de equipo
Samuel Zevallos, ya fallecido, y el exadministrador Alejandro Tapia, claro todo
supervisado por Alejandro Corrales.
Ante la imposibilidad de ficharlos directamente al FBC Melgar, abrieron
otra puerta: inscribirlos en su club amateur, el desaparecido Melgarcito. Para
lo cual solo necesitan una constancia de jugador libre que emitía ya no el club
de procedencia, sino la Liga Distrital de Fútbol, en este caso, la de Arequipa.
Pero las negociaciones se mantuvieron en total hermetismo. “Hasta ese 31
de enero por la mañana nosotros éramos jugadores de Atlético Universidad por lo
que se había conversado, es más el 1 de febrero teníamos que ir a entrenar”,
recuerda el volante Rodríguez.
Los emisarios de Melgar no los iban a dejar escapar y les ofrecieron 800
dólares como sueldo, pero con la condición de que jueguen 6 meses en Melgarcito
y luego los ascenderían al plantel profesional. “Le dije al Pato que yo
aceptaba porque era quizá mi última oportunidad de jugar fútbol profesional y
ya tenía 27 años. No podía desaprovechar que Melgar nos quería”, recuerda.
La prensa estaba sobre ellos. Se sabía de la posición de Atlético y
también de obsesión de Melgar por ambas figuras. Por la tarde reciben la
llamada rojinegra y los citan a las 7 de la noche para reunirse en un lugar
hasta ahora de ubicación anónima. Los subieron a un auto y los llevaron a
Acequia Alta a una casa donde los tuvieron pasadas las 10 de la noche.
Como era el último día del periodo de transferencias el local de la Liga
estaba lleno de dirigentes y periodistas que esperaban que se concrete los
fichajes del año. El horario de atención era hasta las 9 de la noche, llegada
esa hora las puertas de local que se ubica en el edificio ubicado en la
intersección de las calles Santo Domingo y San Juan de Dios, se cerraron.
Los de Atlético respiraron tranquilos, pensaron que sus dos estrellas
seguirían en su equipo. Los periodistas retornaron a sus redacciones sin
novedades, todos literalmente fueron timados.
Cerca de las 11 de la noche llegaron al local de la Liga junto a Zoilo
Benavides, el aún presidente, quien les abrió la puerta. Ahí también se
encontraba la secretaria quien los hizo firmar el libro de registro. En 10
minutos ya eran jugadores de Melgarcito, el plan rojinegro había dado
resultado.
Al día siguiente no fueron a entrenar al Atlético y los dirigentes no
sabían el porqué. Los periodistas ya con los hechos consumados presumían que
ambos jugadores habían estado escondidos en una oficina vecina al de la liga,
pero no fue así.
“Estuvimos en Acequia Alta, cuando nos llevaron me dio miedo porque no
conocía ese sector, ahí estuvimos hasta pasadas las 10 de la noche, luego
bajamos a la liga y firmamos por Melgarcito”, explica Rodríguez.
Y tal como se los habían prometido a los meses subieron al primer equipo
profesional donde fueron figura por varios años.
Los de Atlético se quedaron con los crespos hechos, pero ese 2002 lograron
ganar la Copa Perú y subieron al fútbol profesional. Y los de Melgar fueron los
más contentos porque prácticamente no pagaron nada por dos jugadores de a la
postre fueron el sostén de varias campañas profesionales.
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