Detuvo por un momento su marcha


Hace dos semanas, antes de viajar al Nacional de Chimbote, me confesó que tenía dos objetivos claros para este año. El primero era ir a los Bolivarianos (setiembre, Bolivia) y ganar una medalla, lógicamente la de oro, para Perú. El segundo era más personal, más íntimo, y se refería a una decisión de vida. “Veré (después de los Bolivarianos) si tengo ganas de seguir marchando. Quiero ir a las próximas Olimpiadas (2012, Londres), pero no sé si habrán las condiciones necesarias para hacerlo”.
Era de mañana y él terminaba de trabajar en el estadio Melgar como ha sido una rutina casi inalterable desde hace 8 años. Edwin Centeno Palomino ahora esta internado en la Clínica San Juan de Dios de Arequipa. Lo que comenzó con un simple dolor de cabeza parece acabaría con la promesa más seria de la marcha peruana.
Días después de esa charla, Centeno fue al Nacional de Marcha Atlética junto a su paisano Alex Tapia. Los puneños participaron en los 20 Km. Marcha, Edwin no llegó a la meta. Le sancionaron tres faltas técnicas y los descalificaron. “Fue algo injusto porque estaba haciendo una buena competencia. Lo que pasa es que los jueces de la prueba no estuvieron a la altura de las exigencias”, se quejó ya en su retorno a Arequipa. Su entrenador Alfredo Quispe, quizá uno de los más afectados con la realidad de Centeno, trata de no quebrarse. “Con Edwin trabajo desde hace mucho tiempo, lo conozco muy bien. Conmigo realizó la marca para las Olimpiadas pero no pudo ir a Beijing (2008) porque no ratificó la marca mínima que hizo en el 2005 que fue de 1h24m01s”, cuenta.
UN AREQUIPEÑO MÁS

Natural de Chucuito (Puno), Centeno llegó a Arequipa en el 2001 para integrarse a la Academia de Fondo, Medio Fondo y Marcha Atlética, que luego se llamaría Car (Centro de Alto Rendimiento) y actualmente se le denomina Cear (Centro de Entrenamiento de Alto Rendimiento). Actualmente tiene 27 años y es egresado de la facultad de Ingeniería Industrial de la Universidad Católica Santa María.
Como fundador del centro de alto rendimiento, Centeno se cansó de la indiferencia encubierta en homenajes, diplomas, fotos, halagos y un pobre apoyo económico, al que le llamó "propina". Por eso vivía un constante stress provocado por el maltrato hacia los atletas. Es más, siendo el único peruano con marca para las Olimpiadas en el 2008 fue separado por “cuestiones técnicas” del Cear, pero eso no lo amilanó porque retornó a su tierra natal para seguir entrenando junto a su técnico. Luego de semejante error, la Federación Peruana de Atletismo pidió al IPD su reintegración y así se hizo.
Sin vitaminas, ni zapatillas, ni vestimenta para entrenar, Centeno junto a sus demás compañeros del Car, siempre se quejaron de la indiferencia para con ellos. “Uno corre por el país, se sacrifica por el Perú y no nos dan nada a cambio. Pedimos buen trato que nos ayuden a mejorar, a ser mejores. No nos dan vitaminas, no tenemos ni zapatillas para entrenar…”, se quejó un sin fin de veces como líder de ese ramillete de deportistas que trataba y trata de sobrevivir en lo que se llama Cear.
Fue víctima del desinterés del estado y de la empresa privada. Prácticamente la Federación conjuntamente con el IPD le cercenaron de forma maquiavélica su intención de llegar a unas Olimpiadas. Le quitaron a su entrenador. Alfredo Quispe fue destacado a Puno y entrenaba a Centeno, que estudiaba en Arequipa, vía internet. Cosa de locos. Es como enseñar a conducir por correo. Sin técnico, Centeno viajaba de ves en cuando a Puno para trabajar pero poco a poco su espíritu se iba resquebrando.

MAÑANA DEL MIÉRCOLES
El miércoles Centeno entrenó normal. La mira era superar el 1h31m01s que hizo en el Grand Prix de México, que dicho sea de paso lo coloca en el octavo puesto del ranking de marcha 20 km. ruta del 2009 de la Confederación Sudamericana de Atletismo. Su objetivo antes de los Bolivarianos es ir a la Copa Panamericana y necesitaba bajar su tiempo hasta la 1h27m en el próximo Nacional de Mayores. Es por eso que estos últimos días había aumentado su carga de trabajo.
Como es costumbre dejó el estadio Melgar y enrumbó a eso de las 9 de la mañana al Cear en Cerro Juli para descansar. En las horas posteriores se le presentó un intenso dolor en el cerebro. Fue llevado, pasada las 3 de la tarde al hospital “Honorio Delgado” de Arequipa. Entrando a Emergencia comenzó a sentirse mal y a convulsionar. Los especialistas de ese nosocomio diagnosticaron a priori un derrame cerebral. Fue internado. El jueves, a las 5 de la tarde, se trasladó a la Clínica San Juan de Dios donde fue instalado en la habitación 301 pero se decidió colocarlo en observación (actualmente está en cuidados intensivos) porque aún no se ha determinado cual es su mal, pero de algo están seguros: es grave.
Extraoficialmente se sabe que tiene un cuágulo de sangre y una amenaza seria de derrame cerebral. Nada más. Los médicos esperan los resultados del último examen que se le hizo al promediar las 6 de la tarde.
“Edwin ha tenido lesiones pero propias del deportista y a veces fueron producidas por la falta de zapatillas para correr, pero nunca tuvo un problema como este. Dicen que es un mal congénito yo no sé. Hay que apoyarlo”, pidió su técnico.
Toda la mañana habló fluidamente. Recibió a su padre que llegó de Puno. Edwin es conciente de lo que pasa y bromea con ello. “Quiere levantarse para seguir entrenando”, sigue Alfredo. Y es que así son este tipo de deportistas, sacan fuerzas de donde no tienen. Al sacrificio lo hacen natural.
La Federación Peruana de Atletismo, el IPD-Nacional y el de Arequipa han dicho que asumirán todos los gastos de su tratamiento y recuperación. Ese ímpetu por apoyar llega quizá demasiado tarde. Edwin cuando pidió apoyo para lograr algo para el Perú se lo negaron. Cuando trató de lograr un sueño, de esos que tienen los atletas que combinan podio con medallas y marcas, lo despertaron abruptamente. Por ahora, sólo por ahora, ha parado de marchar. Fuerza Edwin.

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