Dakar cubrió de arena a Arequipa

El Dakar cubrió de arena a Arequipa. No sólo levantó polvo a su paso sino que elevó esas ansias de que esta no sea la primera ni última vez que tránsite por suelo mistiano.
Y es que un espectáculo como este, ese que los excépticos a la adrenalina y a los "fierros", es inolvidable no solo porque se ve pasar a un grupo de "locos", porque para correr durante quince días en medio de la nada en búsca de una volatil meta hay que ser bien locos, montados en sus motos o camiones, sino por todo lo que crea a su alrededor. Y no hablamos del factor económico, que es su principal atractivo para los gobiernos, sino por ese clima que se respira que combina la arena, el sol, súdor, héroes de casco y bestias de acero que cortan la pampa con la facilidad que lo hace la navaja apuñalando mantequilla.

El Dakar es algo más que eso y Arequipa lo vivió. Fue día calurosamente normal. Los que tenían sus cuatro por cuatro o movilidad propia fueron los primeros que comenazaron a invadir el arenal characato, los otros, se las ingeniaron tirando dedo para llegar a un punto privelegiado de observación.
Campamento.

Otros llevaron sus parrillas, otros sus taper, la mayoría cerveza en lata o en cajas de botella de frío; por ahí uno más avezado un pisco con sprite, otros fumaban y todos, en verdad todos eran conocedores de autos, eruditos en la historia del Dakar, manejaban tiempos, miraban el horizonte y apuntaban con el dedo acompañados de la frase: "por ahí van a llegar".
Nadie, ni los pobres policías que fueron enviados al desierto con esos uniformes verdes que terminaron como uniformes de camuflaje de la Guerra del Golfo, sabían por donde iban a ingresar las máquinas.
Y lo hicieron por donde menos se los esperaba. Los que caminamos las dunas en búsqueda de la mejor foto tuvimos que cambiar de posición apenas notamos que las quats de los argentinos Patronelli provocaban las primeras fumarelas de arena a su paso.
Luego ya todo fue más fácil, pasó Roma y Despres en sus motos, luego la mini de Petherhansel y los camiones brasileños. Todos levantaban muros de arena pero a la gente no le importaba. Literalmente comimos arena y más aún los que prepararon sus parrilladas.
La cerveza, que se dijo que estaba prohibido consumir, transitaba sin discreción. Parecía por momentos un viernes en la Dolores, con chicos, niños aún, en sus tremendas camionetas tomando y hablando más de la cuenta; con padres y sus hijos tomándose fotos, con abuelos fumando sin importar que el sol nos fumaba con su intensidad.
La arena parecía ceniza, era hipócrita. A simple vista firme, dabas un paso y te hundias. Dicen que era igual a la de Egipto, no lo sé; pero que hacía complicado andar nadie que estuvo metido en ese mar de tierra lo puede dudar.

Aparecieron esos que aprovechando sus camionetas se movían de punto a punto, de duna en duna búscando un no sé qué, otros en motos eran peores. Pretendían copiar la frialdad de Despres; pero se dieron cuenta que para eso se nace y no se aprende con dos cervezas en la cabeza.
Las cerca de dos mil personas que fueron a la zona de observación en Pampa de San Joé, terminaron satisfechas, entiendo que contentas porque lograron ver lo que desde hace meses querían ver. La prueba automovilística más importante del mundo pasó por Arequipa chapoteando a todos de arena y de ganas de volverlos a ver el próximo año.

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