El Hijo del Ajedrecista, jaque mate a la selección 1978


Historias negras del fútbol


Fernando Rodríguez Mondragón sabía lo que iba a pasar cuando publicó en setiembre de 2007 el Hijo del Ajedrecista donde contó con anécdotas suculentas de la intimidad de los capos del narcotráfico colombiano. Fue de inmediato un best seller no solo en su país sino en todo el mundo por el morbo e interés que creaba en sus narraciones donde tocaba a personajes mundiales como Juan Gabriel, Francisco el “Pacho” Maturana y un sinfín de historietas del fútbol.
Hijo mayor de Gilberto Rodríguez Orejual uno de los hombres fuertes Cartel de Cali, que cumple una condena de 30 años por narcotráfico en la correccional federal de Butner en Carolina del Norte (Estados Unidos), se dio cuenta que podría convertirse en un hombre de letras. Al menos había conseguido sin que le costara mucho esfuerzo lo que otros escritores buscan toda la vida: ser leídos.
Criticado porque todo lo que escribió en más de 200 páginas podrían ser hechos de la ficción, porque no presentaba prueba alguna de sus afirmaciones, no se quedó con las ganas de lanzar una segunda entrega: “El Hijo del Ajedrecista II”.
A finales de 2007, en diciembre exáctamente, sale este segundo número. “Me animé a escribir el segundo libroporque mucha gente me escribió contándome historias que yo había vivido, pero que no me acordaba”, confesó en una entrevista concedida a El Espectador en abril de 2008.
El Ajedrecista II movió el ambiente futbolístico sudamericano, no solo porque hablaba de Maradona y la propuesta de 3 millones de dólares para que juegue 6 meses por el América de Cali, club de su tío Miguel, otro capo colombiano.
Lo que tocó las fibras del balompié sudamericano y en especial del peruano, se encuentra en el capítulo I bajo el título: El Cartel de Cali y el soborno en el Mundial de Fútbol de 1978.
“De primera mano supimos cómo fue lo del partido Argentina-Perú. Mi tío Miguel habló con un grande del fútbol mundial y le confesó lo del dinero que hubo para arreglar ese partido para sacar a Brasil de la final”, afirma Fernando.
Tras el triunfo de Brasil ante Polonia, Argentina necesitaba ganar por cuatro goles de diferencia para clasificarse. Perú no se jugaba nada. En el minuto 20 cayó el primer gol, de Kempes, tras superar en velocidad a los centrales. La desgana marcaba la pauta en los andinos, con una conducta más propia de un entrenamiento. Un gol de Tarantini de cabeza casi desde la frontal confirmaba la desidia. Los otros cuatro goles vinieron en la segunda parte con la complicidad rival: no metían la pierna. Y su portero, Quiroga, un argentino nacionalizado peruano, personificó el escándalo.
En el Hijo del Ajedrecista 2 se detalla la reunión entre los argentinos Carlos Lacoste, almirante, y Carlos Quieto, empresario, junto al dirigente deportivo peruano Teófilo Salinas en el Hotel Sheraton de Buenos Aires. El caos que ocasionaría la ausencia de Argentina en la final del Mundial fue la coartada para que Perú ceda al soborno. Al día siguiente –según el libro-, se juntaron los mismos junto al vicealmirante Augusto Gálvez Velarde, presidente en ese entonces de la FPF, dos dirigentes peruanos y el entrenador peruano, Marcos Calderón. Este último empapado de desconfianza estuvo al borde de entorpecer el negocio. Al final, hubo luz verde. Se destinaron US$ 250 mil  al comando técnico peruano y 35 mil toneladas de trigo al puerto del Callao.
La presión también fue gubernamental. Jorge Videla y Henry Kissinger, exsecretario de Estado de EE.UU., visitaron el camerino de los jugadores rojiblancos. “Peruanos, Latinoamérica los está observando”, fue la frase con aire amical-amenazante que el dictador usó para concluir su recorrido en el vestuario.
En el capítulo II también hay páginas dedicadas a los peruanos Julio César Uribe, “Cachito” Ramírez y el “Mago” Loaiza.


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