Alejandro Olmedo, a 60 años de ganar Wimbledon


El titular a seis columnas de la edición del desaparecido diario El Deber del 3 de julio de 1959 lo resumía en dos frases: Olmedo Campeón Mundial, ¡Viva Arequipa y Olmedo! 
El “Cacique”, ese muchacho que comenzó de recogebolas del Club Internacional donde su padre, Salvador, trabajaba había tocado el cielo.
Venció al australiano Rod Laver por un aplastante 6-4, 6-3 y 6-1 en solo 71 minutos de juego y consiguió el reconocido Wimbledon en el court principal de la Catedral del Tenis, el All England Lawn Tennis and Croquet Club,
Era la segunda vez que El Cacique o The Shief (El jefe, como se le conocía en EE. UU.) lograba tal efecto no solo en su tierra sino en todo el Perú. Un año antes había ganado la Copa Davis con la selección de Estados Unidos y se dio el lujo de llenar el estadio Nacional de Lima y, también, el estadio Melgar de Arequipa con partidos de exhibición.
Hace 6 años lo entrevistamos vía telefónica, ya tenía 77 años de edad (nació un 24 de marzo de 1936). “Hace 44 años radico en Estados Unidos. La última vez que retorné a Arequipa fue hace 10 años (2003) para el entierro de mis padres. Es difícil ya trasladarme por lo largo del viaje y a mi edad eso ya se siente”, confesó.
A  los 14 años cambió su vida. La fe en Dios y ese corajudo espíritu de los que nacen al pie del volcán, confabularon para que se convierta en un personaje de leyenda.
Alejandro Olmedo Rodríguez, Luis Alejandro Rodríguez Olmedo o Alex Olmedo, son la misma persona. 
Sus primeros pasos los dio en la calle Las Palmas, ahora llamada Víctor Lira, luego nació su gran apego a su padre Salvador y el romance con su amor de toda la vida, el tenis.
Ni cuando la familia cambió de casa a la calle Piérola y luego a Leticia, en la aún pequeña urbe mistiana, dejó de ir al Club Internacional. Mientras su papá entrenaba a la crema innata arequipeña, él recogía las pelotas que salían fuera de la cancha. Ahí observando, boleando las veces que las canchas no la ocupaban los socios, fue descubriendo ese don que lo llevaría algunos años después a ganar la Copa Davis, el Wimbledon, el US Open, a ser el segundo mejor jugador del mundo (1959) y el número uno de Estados Unidos.
Su vida, cuenta, está llena de eso que explica lo inexplicable: milagros.  "Soy muy católico  y estoy convencido de que gracias a Dios hice lo que hice en el tenis” .
Y vaya que tiene cómo comprobarlo. Antes el tenis era exclusivo para los socios del Internacional, pero en 1950 se cambiaron las reglas. Se hizo un torneo abierto. Compitió y con 14 años lo ganó. “Eso llamó la atención de todos. La Federación Peruana de Tenis (antes llamada Federación Peruana de Lawn Tennis) envió emisarios a verme. No entendían como un recogebolas había ganado un torneo tan importante como era el del Club Internacional”.
Ese fue el punto de quiebre. “Mi vida cambió”, recalca. Dejó los estudios que cursaba en la escuelita 951 -antes había estudiado en los colegios Internacional y Montevideo- para irse a Lima. “La Federación solicitó permiso a mis padres (Salvador y Fortunata) para irme a la capital, donde comencé a entrenar en El Terrazas y estudiar en el Santo Tomás de Aquino”.
Tal fue su potencial que la Federación contrató a un americano de apellido Fleisher para que le consiga una beca en Estados Unidos. Un día, cuando tenía 18 años, volvió a Lima y dijo que ya tenía beca para ir a estudiar a California. "No tenía dinero, la Federación tampoco y en Lima se hizo una colecta para pagar mis pasajes. Fueron 20 días a vapor (barco) de Lima a La Habana, luego de La Habana a Miami en avión y de ahí en ómnibus a Los Ángeles".
Segundo milagro. “Cuando llegué a California y a la universidad donde me habían conseguido la beca, nadie me conocía, nadie sabía que venía. Quedé en el aire y no tenía cómo regresar” .
La pasó mal durante seis meses. Para sostenerse trabajó en el consulado peruano como limpiador y ayudante en secretaría, pero a la par jugaba torneos en parques públicos. Uno de esos campeonatos lo ganó y la Universidad del Sur de California lo reclutó.
Le dieron una beca que aprovechó muy bien. Mientras cursaba la carrera de  administración y finanzas, comenzó a ganar torneos interuniversidades. Durante dos años consecutivos fue el número uno en singles y dobles. Luego lo convocaron a la selección de Copa Davis de Estados Unidos, le llegó su nacionalización americana y su decisión de radicar en ese país.
A los 22 años ganó la Copa Davis. “La Davis siempre la ganaba Australia, pero ese año (1958) hicimos un buen equipo. Yo gané mis tres puntos (dos de singles) y el de dobles”.
En su ipod, confiesa, tiene música de Los Dávalos, música arequipeña. “El día de Arequipa lo pasaré en familia, con mis hijos y nietos. Extraño mucho la ciudad, a mis hermanos”.
“Desde acá quiero mandarle un saludo a toda Arequipa, a mis amigos del Club Internacional, les quiero agradecer por todo lo que hicieron por mí”, se le quiebra la voz antes de colgar.

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