Grandes como el Misti, Melgar CAMPEÓN

Obando abraza a Bustamante. Alegría inconfundible, en Lima lograron callar al Nacional. Ese equipo es irrepetible. 


"Estábamos en la tribuna viendo el partido entre Universitario y Unión Huaral. Si la U ganaba (como lo fue: 3-1) y nosotros perdíamos ante Cristal, nos empataban en puntaje y jugaríamos un partido extra. Nos dicen que bajemos a vestuario para cambiarnos y en el camino entre las graderías y los vestuarios teníamos que pasar por el túnel, ahí es cuando comenzamos a escuchar que todo el estadio gritaba Perú, Perú, Perú y todos aplaudían, entonces me quedé pensando y ahí nació la arenga que luego les dije a mis compañeros antes del partido con Cristal", rememora Raúl Obando, el capitán del aquél mítico equipo rojinegro que terminó con el monopolio de campeonatos limeños.
Era la noche del 31 de enero de 1982 en el estadio Nacional de Lima. Obando, que en ese entonces tenía 28 años de edad y ya había jugado en un preolímpico con la selección peruana y además en Municipal, tenía la cinta de capitán en el brazo y también en la cabeza.
"En el vestuario el ñato Carrasco (Máximo, fallecido en noviembre de 1990) no nos habló mucho de táctica. Más bien fue una arenga, un envión anímico. Futbolísticamente no había mucho que decir porque era el casi el mismo equipo que venía jugando y jugando bien. Solo nos dijo que salgamos a jugar, nada de rotar el balón, de lateralizar, nada de eso pese a que el 0-0 nos daba el título. Nos dijo que salgamos a jugar, que no retrocedamos, que nos saquemos la mugre".
Antes de salir al Nacional que estaba repleto no solo por el doblete: U - Huaral, Cristal - Melgar, sino porque esa noche se despedía una de las glorias del fútbol peruano el mítico Oswaldo "Cachito" Ramírez el del doblete en la Bombonera en 1969, y otro crack limeño: Eleazar Soria. Todo el estadio gritaba Perú, Perú, Perú, salvo un no tan pequeño grupo de arequipeños que respondía Arequipa, Arequipa y hasta se dio el gusto de cantar el himno mistiano en el fortín capitalino.

"Ya todos han visto que todo el estadio es peruano y nosotros somos arequipeños, entonces hay que demostrar de que somos capaces los arequipeños", recuerda.
El equipo - resalta - sabía de lo que era capaz y esta sería la prueba de fuego. Un día antes, había llegado la delegación arequipeña a Lima y se hospedó en el hotel Continental, a espaldas de la Plaza San Martín. "Hicimos las cosas como siempre, nada varió. Hasta nos dieron permiso para ir al cine. El día del partido los que querían desayunaban, eso sí todos almorzaron y a las 4 un lonche para ir al estadio. Cumplimos nuestra rutina".
Aunque transmitían frialdad en la interna se respiraba muchas ansias. "No teníamos nada que perder, pero sí mucho que ganar, sabíamos que este era el partido que no podíamos perder, este era el partido de campeonato y confíabamos en nosotros. También sabíamos que Cristal no nos iba a dar el partido, ellos jugaron como si fuera su final. Le querían dar la mano a Universitario, porque los limeños siempre van hacer hasta lo imposible para que un club provinciano no campeone".
Ya en la cancha ese once solo tenía un argentino (Emilio Campana), dos limeños (Julio "Buyo" Ramírez y Arturo Bissetti) y un madrediosense (Jorge Ramírez). "Los demás éramos arequipeños, Bustamante, yo (Obando), Medina, Pérez, Gutiérrez, Genaro y Ernesto (Neyra). Ahora Jorge Ramírez nació en Madre de Dios, pero el se siente mollendino. Su hermano Wilson, que sí es mollendino, entró en el complemento al igual que Suclla que es otro arequipeño".
"El 1-1 fue injusto, nosotros tuvimos varias ocasiones claras de gol, con el arco solo. Una la perdió el "loco" Benigno Pérez y otro Víctor Gutiérrez. Al final del partido comenzamos a gritar Arequipa, Arequipa, se calló al Nacional. El vestuario era un loquerío, me quitaron todo, camiseta (se la di al periodista Víctor Rocha), el short, las medias, todo, me quedé en calzoncillos".
De ese hermoso grupo, mítico para muchos, inigualable para la gran mayoría, hay algunos que ya no están presentes. Hace algunos años nos dejaron Bissetti y Ernesto Guillén, además del técnico Máximo Carrasco, y los dos utileros, los hermanos Félix y Arturo Tapia.
Mañana, sábado, se volverán a reunir como lo hacen todos los años. "Nos reunimos, hablamos, recordamos anécdotas, en eso los chivos (Genaro y Ernesto)  tienen una memoria prodigiosa, se acuerdan de goles, tiempos, estadios, alineaciones. Ese grupo fue tan bueno que hasta ahora se reúne", sentencia el capitán.

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