Melgar campeón, Arequipa campeón

Tuvieron que pasar 34 años para volver a sonreir, a sentirse grande, a ser campeón. Melgar le dio a Arequipa su mejor regalo de navidad en décadas, una alegría indescriptible que unió a todo un pueblo en una coyuntura especial e irrepetible, los 100 años del club y el bicentenario de la muerte de Mariano Melgar, poeta, prócer y revolucionario arequipeño.

Todos festejan, toda Arequipa unida en un solo grito Arequipa Campeón. Los nacidos y los no nacidos en esta tierra se reconciliaron con esos colores rojinegros que durante tanto tiempo se distanció de sus sueños, de la idea de sentirse ser el mejor.
Esta alegría no es exclusiva de los sufridos hinchas de Melgar, como fueron tildados estas últimas décadas, esta alegría es de todos los arequipeños. Todos se suben a este coche dicen los melgarianos de corazón, esos 4 o 5 mil hinchas fieles que en las buenas y males siempre acompañaron al dominó y se sienten dueños exclusivos de este logro, pero se equivocan. Esta alegría es de toda Arequipa, hasta de aquellos que al ver la escasez de éxito, optaron por inclinarse por otra camiseta.
Arequipa se ha reconciliado con esta nueva versión de Melgar donde el manejo empresarial con todas sus falencias posibles prima sobre los anteriores intereses individuales que veían en el club una inmejorable posibilidad de protagonismo. 
Hasta los más testarudos se rinden ante este júbilo. Hasta algunos, en las celebraciones en la Plaza de Armas, querían pinchar la llanta diciendo que este no es un equipo de arequipeños sin darse cuenta que a estas alturas de tiempo globalizado lo que prima es el color de la camiseta y no el lugar de nacimiento.
Este Melgar se adapta a los tiempos modernos de pragmatismo y metodología de trabajo. Estos son los resultados de la una nueva política que guste o no tiene resultados. En el 2012 cuando Henry Bustinza se allanó al proceso concursal cambió el rumbo del club pero tuvo que llegar un prestamista o inversor, como quieran llamarlo, para que la visión cambie por completo.
Jader Rizqallah no es Corrales ni Bustinza ni Calle ni Gutiérrez ni Paredes. No es dirigente, es empresario y como tal sus prioridades son otras. No solo busca réditos económicos para el club y para él, sino que sabe que para alcanzarlos hay que buscar resultados en la cancha y se ha dado cuenta que consiguiéndolos engatuza a un pueblo que necesita alegrías y busca identidad en un equipo que se vende como Arequipa es Melgar.
Su racionamiento es lógico. Buenos resultados y más dinero no solo en taquilla sino también en auspicios, en contratos de transmisión televisiva, en premios por clasificaciones internacionales, en venta de jugadores, etc. Todo ese engranaje convierte a Melgar en un producto potencialmente expotable siempre y cuando se maneje con objetivos concretos.
Las 40 mil almas que acompañaron ayer al club en uno de los partidos más importantes de su historia deben sentirse satisfechas. Muchos de ellos no son hinchas de Melgar, sino arequipeños que han comprendido que no hay que buscar alegrías con otras camisetas cuando te las puede dar una de tu tierra.
Padres, hijos, nietos, esposas y novias, blancos, negros, mestizos, cobrizos, nacidos o no en Arequipa, en fin todos con el corazón mistiano hicieron de este triunfo suyo. Fueron a la plaza y prácticamente la llenaron. Sintieron vivir un remedo de un festejo del Barza cuando campeona en la Champions, se sintieron en el cielo cuando su equipo llevó en un bus a la plaza y fue ovacionado, cuando estallaron los juegos artificiales, fue una fiesta íntima que solo un arequipeño sabe valorar y disfrutar.
Horas antes, Melgar y Cristal protagonizaron un partido de final, uno al que no está acostumbrado  este pueblo. El "Monumental Arequipa" que fue testigo de títulos de Cienciano, Cristal y Alianza Lima, que fue usado como local para fiesta de extraños, se regocijó al ver a uno de los hijos de esta tierra salir campeón en su gramado.
¿Quién dijo que iba a ser fácil?, nadie y los que pensaron eso se equivocaron. Esta final dejó a muchos con el corazón dañado. Cristal no era acompañante de fiesta, era el protagonista de ella y como tal quería llevarse todas las palmas.
Le complicó la vida al dominó y por ese se valora más el triunfo. Ya nadie habla del penal fallado por Zúñiga o de las tantas ocasiones de gol que falló Da Silva, todos hablan del gol de Cuesta que provocó un sismo grado 7 en las graderías del coloso agustino.
Cómo explotó el Monumental. Los que tuvimos la posibilidad de estar a ras del campo, simplemente quedamos atónitos ante ese momento de euforia, de alegría, de un griterío constante y ensordecedor. Cayeron lágrimas en las tribunas, abrazos, besos, sonrisas, de todo. Y con el pitazo final la locura se abrió paso.
Nadie, salvo los hinchas de Cristal, abandonó la cancha. Todos vieron los abrazos incontrolables de Arce con Zúñiga, el llanto de Cuesta, Torres (los dos, Rainer y Gustavo) y Fernández, la furia desbordante de Lampros, la alegría de Ferreyra, a Galiquio con su champan, a los más jóvenes ya experimentando un título, a los más viejos saboreando el hecho de haber ganado un galón más.
Se pasó por alto la mala organización del partido producto de la falta de experiencia en armar este tipo de espectáculos, también de que la empresa que transmitía daba como campeón a Cristal es por eso que botaron en el momento de levantar el trofeo papel blanco y celeste lo que provocó las pifias de la gente, que estuvieron presente Gareca y Solano que también fueron pifiados, esos detallas pasaron a un segundo plano.
Y todos felices. Hablar del partido en sí, analizarlo de poco vale ahora. Melgar y Cristal se brindaron por completo. Los rojinegros salieron a ganar al igual que Cristal. Por eso se vio un partido así, tan rico en emociones y tan peligroso para los cardiacos
Se dio el primer paso para un futuro mejor. Este título, el segundo para muchos que el año pasado campeonaron con la reserva, debe ser el comienzo de algo grande y Melgar ya lo está trabajando. Esta mañana se confirmará el plan de trabajo para el 2016 que arrancará la última semana de diciembre con la mira puesta en Libertadores, otro regalo que Melgar dio a Arequipa. Qué más le podemos pedir.







































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