En boca cerrada

Mañana, martes 7 de julio, se cumplirán 80 días del mutis que Juan Reynoso ha adoptado con los medios periodísticos de Arequipa.
No extraña su decisión. Desde que llegó a dirigir a Melgar se quitó la máscara de un técnico accesible a la prensa. Pese a que en el dìa de su presentaciòn en el club de Ingenieros dijo que "no era un ogro como lo habìan pintado", sus antecedentes en Universitario y Bolognesi de Tacna, pronto cobraron vida.

Juan Reynoso es irascible, bipolar y parco. Sus jugadores lo han gozado de la peor manera. Ni el mismo "Cachete" se salvó de alguna rabieta del técnico que no teme puntualizar los errores del más chico al más galardonado. Ese puede ser su plus, no tiene distingos para putear ni tampoco para armar sus onces. Cuando siente que uno no entiende o no quiere entender su esquema de juego o simplemente pide una explicación de más, lo blanquea, lo siente. "Acá el general soy yo", ha recalcado siempre que ha podido en palabras y acciones. 

En la cancha y en el vestuario el trato ha sido el mismo. Directo y frontal, puntualizando yerros y elevando virtudes.  Su comportamiento cambia en las reuniones de confraternidad donde les da carta libre a sus jugadores para comportarse como "peloteros", eso sí, siempre entre cuatro paredes. Ahí arma el grupo, rompe hielos y arma lazos afectivos. Ese fue el secreto del equipo campeón 2015.
Con la prensa el trato ha sido más drástico. No pasa por alto nada, ni una mala pregunta o mejor dicho, una pregunta que no le acomoda bien. "¿La rotación?", se agarró de eso para hacerles la vida a cuadritos cuando quiso. Luego les cerró las puertas tratando de condicionar la información, buscando "espías", mirando fantasmas donde no habían y encontrando excusas para terminar una relación que siempre fue tensa.
Tras el campeonato del 2015 se pensó que se iba a humanizar, pero fue peor. Los malos resultados de los primeros meses convirtieron el diálogo en monótomo. Preguntas que buscaban que trastabille y respuestas con puntillazos verbales. Un tira y afloja, con saludos de rabillo del ojo y con hipócritas "hola".
Juan Reynoso no quiere hablar y nadie lo va a obligar a hacerlo porque su principal discurso lo da en el campo de juego. Ahora se ha buscado otros aliados, de otro índole con otro "peso": Lima.
Todo lo que prometió cuando llegó lo está cumpliendo. No solo revalorizarse como profesional en un mercado donde no pintaba que lo obligó a buscarse exilio en México, sino a ganar protagonismo para llegar a un sueño: selección nacional.
Sabe que para lograrlo tiene que buscar aliados y los mejores son los de la capital, es por eso que adoptó declarar de vez en cuando, para cuidar esa imagen de inaccesible,  con medios radiales de Lima.
Reynoso se siente imprescindible en Melgar y quizá lo sea en un ámbito que escapa a lo deportivo, pero hay algo claro: su discurso, así no hable, ha perdido fuerza y credibilidad.
Seguirá esquivando a la prensa y la prensa tratará de evitarlo. Así la relación se lleva mejor. Te quiero más mientras más lejos estés.

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